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¿Cómo incorporan el lenguaje los niños?


El niño aprende el lenguaje mediante dos mecanismos básicos:
La interacción y la imitación.
Tiene una participación activa y creativa en este proceso, no es meramente imitativo. Las bases del lenguaje son innatas por lo que se desencadena sin esfuerzo.
Está biológicamente determinado que un niño de cualquier parte del mundo comience a hablar alrededor de los 12 a 15 meses, así como sucede con la marcha.
La estimulación sí jugará un papel importante en el incremento del vocabulario y en otras habilidades lingüísticas y cognitivas. La lengua materna no se aprende, sino que se apropia, sin mediar una enseñanza sistemática.
Los adultos no siguen un método consciente para enseñarle a hablar a sus hijos, sino que existe una adaptación recíproca, espontánea de ambos interlocutores, a las capacidades comunicativas del otro. Cuando el niño pequeño llama la atención del adulto a través de un movimiento, un gesto, un grito o balbuceos, el adulto le devuelve (feed-back) su mensaje con tres tipos de correcciones:

  • Corrección fonética y fonológica: traduce las emisiones del niño a palabras del idioma o pronuncia correctamente las palabras emitidas por el niño.
  • Extensión semántica: Añade algunas palabras y conceptos relacionados a lo que ha emitido el niño.
  • Expansión sintáctica: El adulto utiliza los elementos del mensaje infantil en una estructura algo más compleja. De este modo, el niño obtiene de cada iniciativa suya, una respuesta que le puede servir de modelo para una próxima emisión. Los adultos, y especialmente las madres, tienen una habilidad natural para realizar estos ajustes con mucha precisión.
    El niño aprenderá en primer lugar aquellas palabras que le ayuden a resolver sus problemas y a satisfacer sus necesidades o que le proporcionan un elemento lúdico. Por más que escuche continuamente la palabra “pañales” el niño no usará esta palabra, pero si “tete” para pedir su chupete.
    También es creativo porque toma constantes de lo que escucha y las aplica en la construcción de las palabras, por ejemplo: “volvido”, “rompido”, etc.
    Cuanto más comunicativo sea el niño más feedback del adulto obtendrá y por el contrario un niño poco comunicativo. que no inicia muchas interacciones y al que en consecuencia se le habla menos, obtendrá menor cantidad de respuestas de tipo feedback.

Las primeras palabras aparecen biológicamente alrededor de los 12 meses, siempre y cuando el niño esté inmerso en un contexto social interactivo.

Otra adaptación que realizamos de manera natural para hablar con los niños pequeños, es el llamado baby-talk cuando les hablamos más lento, en un tono más agudo, con pronunciación cuidada, entonando más expresivamente, con enunciados más completos, cortos y simples, con un número limitado de palabras que se repiten, empleando más gestos y referencias al contexto.

¿Cómo influye la exposición temprana a pantallas (celular, Tablet, PC, televisor) en el desarrollo del lenguaje?




Brindar una tablet o un celular sin control en la primera infancia tiene consecuencias sobre la percepción del mundo del niño.
Los menores de 3 años no deberían ser expuestos a pantallas dado que son años importantísimos para el desarrollo de habilidades simbólicas y comunicativas.
Si el niño queda “pegado” a una pantalla difícilmente inicie interacciones o esté atento a las infinitas posibilidades de aprendizaje incidental (el que nos llega sin enseñanza sistemática y es más del 90%) al que está expuesto. Esto es especialmente grave en los menores de 5 años.
Si los adultos le ofrecemos menos posibilidades diarias de interacción social y en su lugar favorecemos el aislamiento con pantallas estaremos no solamente afectando su lenguaje sino también favoreciendo problemas de conducta adaptativa, entre otros.
Aunque el empleo de la tecnología puede ser positivo en muchos aspectos, puede ser peligroso en muchos otros, porque su exceso puede afectar seriamente el desarrollo de un niño.
Es muy importante que los niños jueguen con objetos concretos, compartiéndolos con otros, desarrollando de este modo su imaginación, su creatividad y sus habilidades sociales.

Los niños que tempranamente juegan con pantallas no incrementan sus habilidades interactivas, comparten menos, miran menos a los ojos, son más sedentarios, hablan menos y pueden ser más rígidos e inflexibles…
Una mínima exposición diaria fue asociada con un incremento del 50 por ciento en retrasos del habla, lo que significa que los niños comenzaron a hablar más tarde de lo esperado.

Las pantallas en exceso:

  • Desarrollan emociones adictivas (los mecanismos cerebrales de autocontrol en los niños aún no están maduros, y son más vulnerables al desarrollo de adicciones).
  • Reducen la capacidad de atención.
  • Promueven el aislamiento social.
  • Promueven la rigidez mental con la presentación de problemas de conducta, (favorecen la gratificación inmediata de sus deseos con sólo apretar un botón).
  • Perjudican la visión (la precoz exposición a las pantallas aumenta la incidencia de miopía (defecto refractivo que dificulta la visión de lejos).
  • Favorecen la presentación de dolores de cabeza y problemas para conciliar el sueño (por exceso de estímulos visuales).
  • Promueven respuestas automáticas/intuitivas sin elaboración y sin imaginación y creatividad limitando el desarrollo cerebral.
  • Promueven el sedentarismo y el sobrepeso.
  • Promueven un mayor riesgo de depresión o ansiedad infantil.
  • Estimula la incorporación de vocabulario neutro “cometa”, “tu”, “pastel” , “autobús” que no se corresponden con el de la población en la cual se desenvuelve.
La Asociación Americana de Pediatría (AAP) recomienda lo siguiente:

  • 0 a 2 años: 0 horas. Hasta los 3 años evitar las pantallas y en especial la exposición de los bebés de hasta 18 meses.
  • 3 a 5 años: 1 hora al día. Entre los 3 y los 5 años los contenidos tienen que ser de alta calidad. Los padres tienen que acompañar a los hijos para ayudarlos a entender lo que están viendo.
  • 6 a 12 años: 2 horas al día. Se sugiere que los padres asignen horarios totalmente libres de contenido mediático, como la hora de comer, un rato antes de ir a dormir o mientras estén haciendo otras actividades (si están pintando, dibujando, jugando... apagar la televisión de fondo), así como tener zonas libres de pantallas en la casa, como las habitaciones.

El empleo de pantallas en menores de 3 años afecta el desarrollo de la comunicación social.

¿Qué conductas del entorno son favorecedoras o nocivas para estimular el lenguaje?

Son muy importantes la calidad relacional de la comunicación, cuyo entorno debe ser disponible, motivador y con frecuencia lúdico, la adaptabilidad del lenguaje adulto a las posibilidades del niño, que le proporcionen modelos abundantes, adecuados y variados y la estimulación de los juegos imitativos e interactivos.

Se recomienda a los padres equilibrar el uso de los dispositivos con actividades que enriquecen en mayor medida el desarrollo del habla, como mantener una conversación – por más que esta sea unidireccional – y hacer de la lectura de libros algo rutinario en el proceso educativo.

Conductas favorecedoras:

  • Fomentar el juego interactivo: Durante el juego se incrementa el vocabulario, se aprenden reglas sociales, etc.
  • Ampliar el repertorio de intereses motivándolo con variados juguetes y juegos didácticos tales como el dominó, el memotest, las loterías, los cuentos, etc. En niños pequeños es muy estimulante jugar con una granja de animales que estimula la producción de onomatopeyas “mu”,“co-có”, “bee”, “etc.
  • Enriquecer las experiencias de vida. Compartir paseos y experiencias saliendo de la rutina. Fomentar actividades al aire libre. Ejemplos: ir a ver los aviones, navegar en el Delta, etc.
  • Fomentar la participación en las tareas del hogar: promueve la comunicación familiar. Ejemplo: proponerle colaborar en la preparación de algunos alimentos, etc.
  • Participar en actividades grupales (talleres de música, de arte, de juego o deportes). La interacción con pares enriquece sus habilidades lingüísticas y sociales.

Por el contrario, no se recomienda:

  • Acercarle al niño menor de 3 años las pantallas que lo desconectan de su entorno y de las infinitas posibilidades de aprendizaje incidental y social.
  • Mostrarse indiferente a los intereses lúdicos del niño evitando jugar con él.
  • Que el niño juegue siempre con lo mismo sin ofrecerles nuevas alternativas para descubrir y compartir.
  • Sostener en el tiempo rutinas familiares que no enriquecen las experiencias de vida.
Los padres no deben facilitar el uso de la pantalla indiscriminadamente a los chicos menores de 5 años para mantenerlos entretenidos y poder continuar con sus actividades. Los celulares y tablets no deben funcionar como un "chupete electrónico".